Hayek y San Juan Pablo II
DOI:
https://doi.org/10.52195/pm.v11i1.187Abstract
Desde hace algunos años asistimos a un estimulante debate alre-dedor de la Doctrina Social de la Iglesia Católica y su mayor o me-nor entendimiento con el liberalismo económico. Creo haberles ya mencionado aquí ese interesante libro de los profesores Rodrí-guez Braun y Rallo (El liberalismo no es pecado), que juega con el título de otro famoso acerca ciertas incomprensiones sobre cuál deba ser el ámbito de la libertad de opinión de un cristiano respec-to a las actividades económicas, políticas, etc. (al que añado Libe-ralismo, catolicismo y ley natural, de Francisco José Contreras). Del mismo modo que también es conveniente explicar a ciertos acadé-micos particularmente laicistas qué significa el Magisterio de la Iglesia y cómo se entiende la diferencia entre las cuestiones de fe y la libertad de las conciencias en el día a día de los creyentes.
La Encíclica Caritas in Veritate (2009) de Benedicto XVI volvió a despertar estas discusiones, que más recientemente han vuel-to a suscitarse con la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (2013) del Papa Francisco, escrita en un sentido bien distinto de los académicos documentos de su antecesor. Hace apenas un mes tenía lugar un concurridísimo seminario de AEDOS en torno a EG, donde se ponían bien de manifiesto las diferentes postu-ras sobre el tema; que pueden completar con la abultada docu-mentación que les ofrece la web del Centro Diego de Covarrubias apoyándose muchas veces en la mayor experiencia del Instituto Acton Argentina y otros thinktanks anglosajones.
Evidentemente, no voy a resolver este complejo asunto en unas pocas líneas (ni siquiera creo que haya una única solución para ese debate). Al revés, me permitirán que confunda un poco más los ánimos refiriéndome a un tercer Papa, Juan Pablo II (que la Iglesia elevará a los altares el próximo mes de abril). Juan Ramón Rallo lo citaba aquí ya el año 2005, a propósito de varias encícli-cas sobre cuestiones económicas, que marcaron un giro muy in-teresante en la Doctrina Social de la Iglesia. Es famosa, por ejem-plo, esta valiente y bastante incomprendida apuesta por el modelo capitalista «si por “capitalismo” se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabi-lidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía» (Centesimus Annus, 1991).