¡Basta! (A propósito de la Nota de Justicia y Paz de Octubre de 2011)
DOI:
https://doi.org/10.52195/pm.v9i1.243Abstract
Escribo estas letras desde mi confesada pertenencia a la Iglesia Católica a la que profeso el verdadero amor de un hijo a su ma-dre en la que ve una solicitud permanente por la felicidad de todo el género humano como corresponde a su condición de depositaria, y hasta cierto punto administradora, del misterio de la fe.
Escribo desde mi convicción del deber que a todo cristiano nos alcanza de participar en la evangelización de todas las gentes y en la necesidad urgente de proceder así en todo momento, como nos aconseja San Pablo.
Escribo sintiéndome urgido por la enseñanza de la propia Je -rarquía eclesiástica, particularmente de Su Santidad Benedicto XVI, acerca del alcance universal del mandato evangelizador que alcanza a todos los hijos de la Iglesia y no sólo a los miembros de su jerarquía.
Escribo estas letras persuadido de que con ello enlazo con la más pura tradición de la Iglesia que desde siempre se ha aplica - do a instruir a los más necesitados a fin de que pudiesen vivir de la fe, en la que ella es maestra.
Escribo estas letras sin la menor pretensión de pasar por sabio ni de dar lecciones, pero sí con el convencimiento de que la com -plejidad de la vida actual y la especialización científica que lleva consigo nos hace a todos ignorantes en todas las ramas del saber en las que no hemos recibido instrucción ni ejercido aprendiza je. Y esto vale para todos los miembros de la Iglesia, tanto para los clérigos como para los laicos y ya ejerzan potestad por formar parte de la jerarquía ya pertenezcamos al pueblo de Dios que ire - mos a su presencia después de la gran tribulación y por su misericordia infinita. Y digo esto con plena conciencia de la sabiduría de la Iglesia en humanidad y de que esa sabiduría se media por el magisterio de la Iglesia ante el que todo el pueblo de Dios, todos los fieles no somos más que discípulos que hemos de estar atentos a sus enseñanzas.